La Enfermedad de Crohn está incluida en el
grupo de “Enfermedades Inflamatorias intestinales”. Es un trastorno crónico que
puede cursar con brotes, remisiones y recidivas. Este trastorno consiste en la
inflamación de cualquier parte del aparato digestivo siendo la más frecuente la
zona distal del intestino delgado, el íleon.
Esta inflamación a nivel del tracto digestivo
es la que provoca los síntomas de la enfermedad.
La causa de la misma no está completamente
definida y se barajan diferentes factores, los hereditarios, los infecciosos,
los dietéticos y los tóxicos, entre otros posibles. Se sospecha dada la
sintomatología extraintestinal y la respuesta a los corticoides que pueda haber
una base inmune en el proceso.
Esta enfermedad se puede presentar a
cualquier edad, aunque es frecuente que sea antes de los 40 años de edad. Su
incidencia también ha ido aumentando a medida que ha subido el nivel de vida.
Sus principales síntomas suelen ser el dolor
abdominal, las diarreas, las manifestaciones perianales, cuadros
constitucionales como cansancio, febrícula y disminución de peso, hemorragias,
trastornos articulares, problemas hepáticos, dermatológicos, oftálmicos y un largo etcétera .
Su proceso diagnóstico es a través de
analíticas, examen de heces, pruebas radiológicas, ecografías, procedimientos
endoscópicos,…
Dada su evolución a brotes es muy importante
el control de la enfermedad, que trataremos en este apartado desde el ámbito
integral. La terapia debe ser individualizada según los
aspectos clínicos y psicosociales de cada enfermo. El tratamiento debe
controlar la inflamación, corregir deficiencias alimenticias y mitigar los
síntomas como dolor, diarrea o sangrado rectal. Los fármacos convencionales
principales para el tratamiento de la enfermedad son la sulfasalazina y los
corticosteroides, a veces es necesario el uso de inmunosupresores. En ocasiones
y debido a complicaciones se hace necesario el tratamiento quirúrgico. En
España desde 2009 se inició un tratamiento pionero para tratar con terapia
celular a los afectados por esta enfermedad. La nueva terapia se basa en un
trasplante de médula ósea autólogo; esto es, los afectados reciben las células
madre procedentes de su médula ósea.
Además es
importante revisar la dieta de cada paciente, incluyendo un estudio de
intolerancias alimentarias para personalizarla, disminuyendo así posibles causas
de inflamación e hiperreactividad inmunológica. Se ha de llevar a cabo una
suplementación con vitaminas y minerales que es posible que estén en
deficiencia, como las vitaminas A, B, C, D, E y K, folatos, calcio, cobre,
manganeso, selenio y zinc.
El uso de
probióticos y aceites de pescado permiten reducir los síntomas, los primeros
por el componente infeccioso que pudiera existir de la enfermedad y los
segundos por sus características antiinflamatorias.
El uso de terapias
holísticas como la homeopatía y la acupuntura, que permiten contemplar al
paciente conectando su aspecto físico y emocional, junto a su respuesta al
medio a través probablemente de su cerebro y sus sistemas nervioso e inmune,
nos permite apoyar con muy buenos resultados a este tipo de pacientes
controlando su sintomatología para ofrecer una mejor calidad de vida.
No debemos olvidar
las terapia cuerpo-mente que permiten controlar el dolor y el estrés, como son
el yoga, la meditación, el reiki, …
La sinergia de las
medicinas nos ofrece un paso evolutivo en las enfermedades multifactoriales, no
dude en consultar con un profesional de la salud antes de iniciar por su cuenta
tratamientos no convencionales.
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